Aún no entiendo qué hice.
Aún sigo intentando entender si fue bueno o malo.
No comprendo cuál fue la razón de ser yo el elegido para un detalle tan bello como el que me diste, para esa caricia del alma que me embrujó y me hizo ser tu esclavo.
No entiendo el motivo para que te dignaras poner tu mirada en mi, tal vez era lo que escribía o como decía las cosas.
No me conocías físicamente y tal vez pensaste conocerme por mi manera de expresarme.
Sigo intentando entender si sólo te burlabas de mi, si fueron sinceras tus palabras, si de verdad en algún momento tuviste la intención de conocerme mejor.
No sé qué tan malo fue para mi, pues dejaste una huella en mi corazón que estoy seguro tardará mucho tiempo en desaparecer.
A pesar de nunca haberte sentido físicamente, siempre estuviste a mi lado, pues nunca te apartaste de mi mente.
A pesar de haberte conocido sólo en palabras, sentí haber vivido contigo cada momento de tu día a día.
A pesar de sólo ver tu rostro y tu cuerpo a la distancia pareciera que lo pude haber tocado miles de veces, parecía que pude haber acariciado tu suave piel, que pude haberme impregnado de tu perfume.
Así a la distancia me pude dar cuenta de la belleza que tienes, por fuera y por dentro. Me dí cuenta de tu corazón valiente y de tu temperamento a prueba de todo. Pude distinguir la ternura que intentas ocultar en la máscara de mujer de mundo que expone un alma curtida por las malas experiencias y los sinsabores de la vida. Te pude ver a ti, la mujer que roba cientos de corazones, pero la que al final del día sólo entrega sus sentimientos a uno solo.
Pero no te niego, que mientras tuve la ilusión fuí feliz. Tuve un motivo para sonreír todo el día, para mirar un horizonte diferente, para encontrar en cada detalle de tu trato una razón mas para enamorarme.
No me queda mas que seguirte admirando, así, a la distancia, como siempre. Seguir disfrutando tu presencia a lo lejos y esperar una respuesta de vez en cuando a mi mirada.
Gracias Damita por cada bello momento que me regalaste.