Llegas a casa después de un largo y pesado día de trabajo.
Por fin estás en tu hogar y yo estoy aquí esperando por ti, te recibo con un abrazo y un beso.
- ¿Cómo estuvo tu día mi amor?, ¿vienes muy cansada? -, esas son mis palabras al recibirte.
Tomo tu mano y te invito a subir conmigo a la alcoba.
Te dejas llevar, no esperabas esa invitación pero la aceptas con agrado aunque tenías otros planes en mente.
- ¿Sabes?, he estado pensando en ti todo el día, toda la tarde ha rondado en mi mente el recuerdo de tus ojos, de tu boca. Me invade el deseo de tu sonrisa y de tu cuerpo.
La emoción por vivir un momento a tu lado de exaltación total de los sentidos no ha dejado de invadir mi mente todo este tiempo.
Cierro la puerta de la recámara y te volteo a ver.
Estás parada frente a mi, te doy un beso en la mejilla y tu me premias con tu sonrisa.
Ahora beso tu boca y tu me respondes apasionadamente, como si hace mucho no te besara.
Desabrocho tu vestido y beso tu cuello mientras mis manos lo deslizan hacia abajo y traviesamente rozan tu piel durante todo el trayecto hasta llegar a tus tobillos. Levantas una pierna para sacarla de la prenda, yo estoy hincado ante ti y ayudo a liberar tu pie. Tómate de mis hombros para no perder el equilibrio al sacar el otro pie.
Cuelgo tu vestido y de reojo puedo verte por el espejo. Te veo de perfil y la curva de tus pechos y las líneas de tu trasero dominan la escena.
Te miras hermosa en ropa íntima y tacones .
Te llevo a la cama y te recuesto boca abajo y comienzo a darte masaje en la espalda, mis manos corren por tu piel y dejan una sensación de alivio a tu cansancio. Mis dedos hacen círculos en tus hombros hasta llegar al cuello. Bajo mis manos por el medio de la espalda pero algo me impide seguir, es tu brasier, lo desabrocho y sigo con mis dedos a tu espalda baja.
Mis manos masajean de adentro hacia afuera y en círculos por toda la piel que tocan.
Te gusta lo que estoy haciendo pues veo tu carita recostada de lado sobre tus brazos cruzados. El cabello te cubre la mayor parte del rostro, pero se alcanzan a notar tus ojos cerrados y una leve sonrisa se dibuja en tus labios.
Mantengo mis manos trabajando, subiendo y bajando hasta llegar a esa parte donde me es imposible no notar tus redondas nalgas, cubiertas escasamente por tu pantaleta.
Sigo el camino de tus muslos, e inevitablemente, tengo que inclinarme y besar ese par de perfectos glúteos.
Al subir mis manos nuevamente a tu espalda y regresar a los hombros percibo tu tranquila respiración; duermes sin duda.
Detengo la acción inmediatamente.
Me recuesto a tu lado y me extasío de tus formas, de tu belleza. Me inundo de tu perfume.
Te veo y admiro a la mujer más bella que existe.
Recorro con mi mirada las curvas en tus piernas, esas perfectas extremidades; pues me encantan desde el tobillo hasta los muslos y me fascina como se incrementa la curva al llegar a tus posaderas, la depresión que se forma al coincidir estas con tu espalda y me encanta igual como tu cabello baña tus hombros y esconde tu rostro.
Parece que notas mi mirada recorriendo tu figura y como si fuera a propósito giras de costado; en el movimiento cae el brasier que cubría tus senos, exponiéndolos en pleno y atrayendo inmediatamente mi mirada.
Es imposible no caer en la tentación de acariciarlos, tocarlos, sentir el pezón en la palma de mi mano y con mis dedos apretarlo suavemente.
Tomo ese hermoso seno en mi mano y con el pulgar hago círculos sobre el pezón, apenas rozándolo; su respuesta es inmediata y empieza a erguirse y endurecer. No puedo parar y acaricio tu cintura, tus nalgas, tus piernas.
Siento tu suave piel en la palma de mi mano y te doy un beso suavecito y despacio en uno de los senos.
Y mientras acaricio tu figura mi virilidad comienza a reaccionar también. Y me quiero contener pero ante la musa inspiradora que tengo a mi alcance es imposible.
Tengo el deseo infrenable de poseer tu piel, pero tu sigues en un sueño profundo.
Me detengo en las caricias y noto que la noche empieza a caer.
Me levanto y retiro los tacones de tus pies, te cubro con una frazada y vuelvo a recostarme junto a ti.
Te veo dormir y te miras tan bella que siento en ese momento un gran placer.
Duerme, yo cuido tu sueño y te arroparé cuando lo necesites.
Ya de madrugada me levanto, es hora de retirarme.
Quería pasar una noche enlazado entre tus brazos y amarte como hace mucho no lo he hecho, pero esta noche no será.
Porque nada será sin tu consentimiento, porque nada será en contra de tu voluntad.
Porque para amar se necesitan dos que confluyan en el mismo espacio y tiempo.
Te doy un beso en la mejilla y salgo de la habitación despacio, sin hacer ruido para que no despiertes y con la certeza que mañana continuaremos nuestro encuentro; que mañana, con toda la pasión que te es posible, me dirás un, “TE AMO”.
Esa palabra y tu felicidad serán mi mejor recompensa.
21 Mayo 2019
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21 Mayo 2019 Llegas a casa |