Jamás pensé que un simple hola, unas cuantas palabras se convertirían en una bonita amistad.
Por mi mente nunca pasó el que algún día el saber de ti sería parte esencial de mi jornada, que el escucharte se volvería el mas grande de mis anhelos y que en mi corazón te instalarías férreamente sin la mas mínima intención de querer salir de el.
Me haces falta cada vez que no te veo, cada vez que no sé de ti, cada vez que no te escucho sonreír. Mi mundo se desmorona cuando por algún tiempo me dejas en el olvido y empiezo a hacer figuraciones en mi cabeza, que si estarás bien, si algo te habrá sucedido, si ya conmigo no quieres hablar o en algo te he ofendido, si te has olvidado por completo de mí, si ya no quieres nada conmigo. Y es que para mí un minuto sin saber de ti es como un año en un exilio.
Y cuando un menaje tuyo recibo no te imaginas el jubilo que en mi produces. La alegría llega de inmediato y muy corto se me hace el tiempo para poderte decir lo mucho que te quiero y todo lo que te extraño. Y cada palabra que escribo para ti me produce una reacción extraña, entre felicidad y un poco de tristeza porque sé que serán cinco minutos o menos los que disfrutaré de tu presencia, aunque la mayoría de las veces eso basta para lograr llenar mi día de una alegría intensa y mantenerme pensando en ti hasta la siguiente vez que ilumines el día con tu presencia.
Te quiero y lo sabes bien que de aquí al infinito nadie ocupa un lugar tan especial como tú, en mi corazón.